Un día el viejo burro de un campesino cayó en un pozo. El animal, asustado, rebuzno fuertemente durante horas mientras el campesino trataba de averiguar qué podía hacer. Finalmente, el campesino pensó que el animal era ya demasiado mayor para darle un servicio útil y, además, el pozo estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas, por lo que realmente no valía la pena sacar al burro. Entonces reunió a unos vecinos para que le ayudaran. Todos cogieron las palas y empezaron a echar tierra para cubrir el pozo con el burro dentro. El burro, en el fondo del hoyo empezó a darse cuenta de lo que estaba pasando, sintió un intenso miedo al percibir la cercanía de la muerte y rebuznó aún más desconsolado. Poco después, para sorpresa de todos, se tranquilizó, asumió su fin y se tumbó dejando que la tierra le cubriera lentamente. Tras unos minutos de tranquilidad, el burro abrió ampliamente los ojos y sonrió. Se incorporó pausadamente y se sacudió la tierra que le cubría el lomo y la cabeza. A medida que iba cayendo la tierra pudo ir dando pasos hacia arriba que lo acercaban a la deseada libertad. Pronto, todos vieron sorprendidos como el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando con más vitalidad que cuando era joven… Una situación aparentemente adversa puede convertirse en algo muy positivo. Nuestra forma de ver y de interpretar las cosas condiciona nuestros sentimientos y comportamientos. Podemos ser capaces de percibir cualquier situación o experiencia desde diferentes perspectivas y centrarnos en aquella que nos resulte más útil. Cualquier experiencia que en principio parece mala, la mayoría de las veces puede considerarse como ventajosa, viéndola desde otra perspectiva.
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Rosa Mª Sanz López
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